miércoles, 27 de abril de 2011

Más vivo que nunca.

El 02 de enero de 2002, tenía 18 años. Con esa corta edad había vivido el desmembramiento total del Estado, el caos, la anarquía de un pueblo furioso con sus representantes, incapaces atados de pies y manos sometidos a la voluntad de una infinidad de factores externos e internos, determinados por unos pocos actores cuyos fines no eran los mismos que los míos, ni los de mucha gente.
Esa historia me tocó observarla como espectador. Sufriendo la realidad de una soberanía política derruida, sufriendo la voluntad de muchos estafada, el hambre y la esperanza de un pueblo completamente desvanecida. Ese fue mi punto de inflexión. Allí comencé a comprender a la política como el único medio de transformación de una sociedad.
El 25 de mayo de 2003, un ignoto Néstor Kirchner asume la Presidencia con el 22% de los votos. Admito que lo voté con un absoluto desconocimiento, por oposición a ese demonio de los noventa que amagaba volver y para solventar un proceso productivo que comenzaba a mostrar sus primeros pasos.
Allí me di cuenta que ese hombre, al que yo desconocía completamente, había venido a transformar la democracia, a refundar el Estado, y a realizar el cambio estructural que la sociedad estaba reclamando, con un discurso memorable donde establece las prerrogativas que configurarán los próximos 10 años de conquistas políticas, sociales y económicas en la Argentina. Estaba asumiendo con palabras como “producción, Estado, distribución, igualdad”, vocabulario que no era habitual en esos días.
Néstor Kirchner, para muchos de nosotros, representó nuestro nacimiento político, un paraguas de contención donde el Estado se abría para la juventud con hambre de cambio, nos enseñó que la soberanía política y económica del Estado no se negocia a la hora de la toma de cualquier decisión de gobierno, que el establecimiento de una alianza regional es más importante que un tratado bilateral con cualquier potencia, que el presidente es, efectivamente, el comandante en jefe de las fuerzas armadas, que la producción nacional es el motor principal de cualquier economía, como así también en el siglo XXI el trabajo constituye el mejor plan de contención y progreso social jamás diseñado, que la arena política está para ser llenada de ideología, y que la misma debe defenderse con vehemencia y argumentos, logró convertir un estado incapaz de modificar la realidad en una gestión cargada de emotividad ideológica y recupero las esperanzas de la sociedad con acciones de gobierno.
Ese hombre desaliñado, informal, vehemente, pasional, temperamental, espontáneo, popular y convincente se constituyó en uno de los personajes políticos más importantes de la historia Argentina.
Porque en cada acción de muchos de los jóvenes a los que contuviste siguen con ese fuego interno imposible de apagar, porque florecerán mil flores mas y porque nosotros creemos… estás más vivo que nunca, porque las ideas no se matan.

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